
Somos estrellas en la Tierra,
dotadas de cuerpo, cubiertas de tez;
con un cerebro influenciado por la desgracia
y que apaga el latir de nuestro verdadero ser.
Así que, silencia la mente y deja que el lustre de tu alma grite hasta reencontrarse con las hermanas estelares,
permite que ilumine el cosmos y se fusione con el fulgor de la luna que alumbra los mares.
Que su luz te amplíen la visión en la lejanía
y las chispas hagan magia entre la negrura,
tanto, que ni la transparencia del día
pueda dejar inadvertido el vigor de tu algazara.
¡Felices sueños, estrella de la Tierra!
Cristina Lorenzo