
Pequeña mensajera que entregas siempre a tiempo el telegrama,
que dejas tus huellas en cada rama y tus plumas en cada casa.
¡Despliega tus alas y echa a volar!
Decora de olivo los terrenos más inhóspitos,
y aquieta con tu arrullo el levantamiento de las armas.
Alimenta con tu espíritu los estómagos más hambrientos, y alienta de esperanza a los que no se levantan.
Transporta el mensaje de amor hacia los corazones más necesitados, y sosiego para los más heridos.
Sumérgete en la fuente de la vida y sacia tu sed con su fluido; salpica gotas de dicha y haz de la plaza un océano infinito.
Surca los mares y guía a los marineros que no encuentran su camino, también a los terrestres que no hallan equilibrio.
Fluye con la vida y deja que tu plumaje se despliegue con el vendaval hacia otros territorios desconocidos.
¡Ven conmigo y come de mi mano!, sin miedo;
porque sabes quien te protege y quien te guía.
¡Ay, cómo sabes quien te guía!
Pequeña mensajera valiente,
que ni el águila más salvaje te hace frente.
Cristina Lorenzo
